sábado, 12 de septiembre de 2020

Homosexualidad en la Iglesia Católica. ¿Dios odia a los gays?

 

Homosexualidad en la Iglesia Católica. ¿Dios odia a los gays?

Esta es una pregunta muy fuerte y profunda, por lo que no queremos responder únicamente con un sí o un no. Por lo tanto, iremos dando argumentos en respuesta a varias creencias o mitos que se tienen con respecto a la fe y la homosexualidad.


  1. Ser gay es pecado.

Por definición el pecado es toda palabra, acto o intención, con la que un hombre atenta, consciente y voluntariamente, contra Dios.

Tener una preferencia sexual no es un acto sino una condición o característica de una persona. Es algo intrínseco de ellos, por lo que no es una decisión que se elige. Una persona homosexual no elige serlo, simplemente lo és. Por lo tanto, ser gay no es pecado.

Más allá de las preferencias sexuales, todos los pertenecientes a la comunidad LGBT+ son personas, cada una creada, planeada y amada por Dios.


  1. Dios repudia a los gays.

Falso. El amor de Dios es infinito e incondicional, Él hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5, 45).

Sin importar lo que hagamos, quiénes seamos o nuestra preferencia sexual, Dios nos ama por igual a todos y desea tener una relación especial y personal con cada uno.

Siempre que escuches que Dios repudia a alguna persona o a algún un grupo, recuerda esta frase: “Dios ama al pecador pero repudia al pecado”.


  1. La Iglesia es homofóbica

La Iglesia es el cuerpo de Cristo, es decir, somos todos los hijos de Dios que amamos a nuestro creador y queremos asemejarnos a Él. Por lo tanto, si Dios ama a los homosexuales, entonces su Iglesia también debe hacerlo. Cualquiera que presente actitudes homofóbicas debe reconsiderar su accionar y buscar ser similar a Dios, acogiendo a cualquier persona, de cualquier condición con amor.

El Catesismo de la Iglesia Católica nos dice en su número 2358, que toda persona con tendencias homosexuales deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza y se evitará todo signo de discriminación injusta.

Todo aquel cristiano que actúe de forma contraria, está incumpliendo con lo establecido por Dios y por la Iglesia. Todo acto de discriminación es pecado, pues para Dios todos somos iguales y la salvación es universal.


  1. No se puede ser gay y creyente

Esto es completamente falso. 

El amor de Dios es libre y sin condiciones, por lo tanto cualquier persona es libre de aceptar en su vida, sea homosexual o no. Cualquier perteneciente a la comunidad LGBT+ tiene derecho a asistir a todas las actividades pastorales y sacramentales si así lo desea. Nunca se debe negar la inclusión de cualquiera en la Iglesia.

Las personas homosexuales, si así lo desean, pueden llevar un acompañamiento espiritual y pastoral que les ayude a comprender la misión que Dios les ha encomendado en su vida para que puedan vivir plenamente su fe y su vida. (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2358).


¿Qué sucede entonces con las personas homosexuales dentro de la Iglesia?

Las personas homosexuales, al igual que los célibes, los consagrados, los ordenados y cualquier laico soltero; están llamados a la castidad.

La Iglesia no ve mal que se amen personas del mismo sexo, porque el amor no es un pecado. Lo que se considera pecado es el encuentro sexual entre personas del mismo sexo, porque no corresponden al orden natural de la Creación (no son actos abiertos a la vida).

En ese llamado a la castidad Dios les tiene preparada una misión, como a todos los demás. El vivir plenamente la castidad ayuda a liberar el alma y el corazón para dedicarlo a Dios en totalidad. Si te encuentras en esta realidad busca un acompañamiento espiritual que te guíe a comprender lo que Dios desea para ti, porque recuerda que Dios solo desea que seamos plenamente felices.

Si se ha caído en pecado, no es el fin del camino, porque Dios nos ha dejado el maravilloso regalo del sacramento de la Reconciliación. Mediante el cual, si estamos realmente arrepentidos, podemos sanar nuestra relación con Él y continuar nuestro camino. Recuerda, todos somos pecadores pero Dios nos sigue amando por igual.


CONCLUSIÓN

Lo primero a aclarar es que todos somos una misma Iglesia, no existe la clasificación de creyentes homosexuales y creyentes heterosexuales. Eso es dejarnos llevar por tendencias clasistas y va en contra de la visión de Dios. TODOS, gay o no, mujeres u hombres, niños o ancianos, pertenecemos a una sola Iglesia, un solo cuerpo de Cristo. Por lo que nadie tiene derecho a separarnos ni a dividirnos. Debemos dejar nuestros prejuicios de lado y trabajar la misericordia. TODOS debemos ser reflejo de Dios para los demás.


Si eres alguien que pertenece a la comunidad LGBT+, no tengas miedo de acercarte a Dios y de dejarte amar por Él. Cuando lo encuentres no te alejes de Él por personas que te traten mal, porque ellos no reflejan al verdadero Dios que te ama y te espera con los brazos abiertos. Para Dios todos somos una misma Iglesia. ¡Ánimo! 


Si eres un creyente de Cristo y no perteneces a la comunidad LGBT+, busca demostrar el amor de Dios a través de tus acciones. Si Dios no les niega su amor, ¿por qué nosotros sí? Así como Dios te ha acogido a tí con todos los pecados de por medio que cargabas, también acoge tú a tu prójimo sin su pasado, sus tendencias o su historia. No son ellos y nosotros, todos somos una misma Iglesia.


Espero esta información te haya servido, estaremos muy gustosos de leer tus comentarios y saber que es lo que opinas de este tema.

Si tienes alguna duda que no hayamos respondido, puedes dejarla en los comentarios o enviarnosla a nuestro twitter @AskMaranathaBlog.


Bendiciones.🙏💖


viernes, 4 de septiembre de 2020

¿Qué es el matrimonio? (parte 2) Divorcios en la Iglesia

Divorcios en la Iglesia católica. Divorciados vueltos a casar.


La Iglesia dice que el sacramento del matrimonio es indisoluble, pero ¿qué pasa si la relación ya no es sostenible o peor, si es dañina? ¿Qué postura tiene la Iglesia sobre los divorcios? ¿Es posible volverse a casar por la Iglesia? Esas y otras preguntas más las responderemos a continuación.


Te recomendamos leer la primera parte si aún no lo has hecho para que comprendas mejor lo que a continuación se dirá. ¿Qué es el matrimonio? (Parte 1).


Primero que nada, ¿qué pasa si no deseo casarme? ¿Es pecado?

La respuesta corta es no. Pero antes de dar una conclusión, primero se debe analizar, ¿por qué no deseo casarme?

No todo el mundo está llamado al matrimonio, al igual que el sacerdocio o la vida consagrada, el matrimonio es una vocación. Es decir, un llamado especial y único que te hace Dios para que des fruto y construyas el reino de los cielos.

Muchas veces, las personas piensan: Si no tengo el llamado a ser sacerdote y religiosa entonces debo casarme. ¡Eso es falso! 

El matrimonio no es solamente por default, y menos es “porque es lo que me queda”. El casarse y formar una familia debe ser un llamado que venga de Dios, porque si el matrimonio no es tu vocación no vivirás plenamente, sí serás feliz, claro, pero no sentirás la plenitud que deberías. Por eso es muy importante preguntarse ¿a qué me llama Dios?


OJO: Vivir una vocación de celibato no es un desprecio por el matrimonio o la vida familiar, sino es una renuncia voluntaria “por el reino de los cielos”. Quizás sea voluntad de Dios que en el celibato puedas preocuparte de personas por las que nadie más se preocupa, ya que tienes la libertad e independencia que se requiere.

Si no estás llamado al matrimonio, no tiene nada de malo ni es pecado. Pero para saberlo debes hablar con Dios y en oración descubrir qué es lo que Él te pide.


Ahora, si no deseas casarte porque crees que eso arruinará tu relación actual, te invitamos a leer la primera parte (enlace) de nuestra publicación para que conozcas mejor lo que implica el matrimonio y el "compromiso para toda la vida.”


¿Qué postura tiene la Iglesia sobre los divorcios? ¿Pueden separarse cónyuges que están peleados?


“Cualquier matrimonio puede correr peligro a causa de alguna crisis. El diálogo, la oración (en común), a veces también la ayuda especializada pueden ayudar a salir de la crisis. Y en especial, el recuerdo de que en todo matrimonio sacramental hay un tercero en la unión, Cristo, puede encender de nuevo la esperanza. Pero a quien su matrimonio se ha vuelto insoportable, o a quien está expuesto a violencia psíquica o física, le está permitido separarse. Esto se denomina una ‘separación de mesa y cama’, que debe ser comunicada a la Iglesia. Aunque en estos casos se ha roto la convivencia, el matrimonio sigue siendo válido” (YOUCAT, 2011).


Todo lo anteriormente expresado se puede resumir en que si una persona vive en un matrimonio abusivo y representa un riesgo grave a su integridad física o psicológica (tanto para la pareja como para los hijos) y es un daño irreparable, entonces es permitido el vivir separados. En otras palabras, vivir lejos de la persona que genera el daño. Esto no significa que ya no sean un matrimonio, ni que pueda volver a casarse con otra persona, porque como se mencionó en la primera parte, el matrimonio es indisoluble; por lo que, si la pareja se separa ambos deben ser fieles a la otra persona, no deben tener otras parejas ya que es considerado como adulterio (esto solo aplica para las parejas que contrajeron matrimonio sacramentalmente, es decir, por la Iglesia).

Para evitar la escasez de medios, puede ser necesario un divorcio civil y en casos justificados, la Iglesia puede investigar la validez del matrimonio en un proceso de nulidad matrimonial (del cual hablaremos en otro momento).


OJO: Las personas que se han separado debido a estas situaciones de crisis irreparables o de ambientes dañinos, siguen siendo parte de la Iglesia, es más, la Iglesia debe acoger con amor y brindar apoyo como comunidad cristiana, por lo tanto, estas personas pueden participar de las misas, comulgar, hacer oración, etc., ya que no han cometido pecado alguno. El pecado viene en el momento de tener relaciones sexuales con una nueva pareja  sin ser viudo, ya que “le está siendo infiel a su cónyuge” (aplica tanto para los hombres como para las mujeres).


¿Es posible volverse a casar por la Iglesia?


Los votos del matrimonio dicen "Prometo serte fiel... todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe". Por lo tanto, la muerte rompe este vínculo formado en el sacramento y la persona viuda queda "libre" para contraer matrimonio nuevamente si así lo desea.

Esto es una cuestión personal y solamente si es plenamente libre de amar a una nueva persona y formar una nueva familia, la Iglesia solamente debe acoger a esa nueva familia en la comunidad.

Sin embargo, si te separas de tu esposo (a) y este sigue vivo al momento de que desees contraer un nuevo matrimonio, este no será posible, ya que has hecho la promesa y el compromiso de fidelidad indisoluble a tu cónyuge y ante Dios.

Civilmente sí puedes, sacramentalmente no.


¿Qué pasa con los divorciados vueltos a casar?


Siguiendo con lo explicado anteriormente, la Iglesia debe acoger con amor a las personas divorciadas y vueltas a casar. Pero al que, en vida del cónyuge, establece una nueva relación se pone en contradicción con la indisolubilidad del matrimonio y actúa de manera contraria a lo establecido por Jesús. Es por ello, que las personas que viven en esta situación (tanto el separado como la nueva pareja) no pueden comulgar, pero esto no significa que no puedan vivir su fe. Estas parejas pueden ser partícipes de las prácticas de la Iglesia, como la misa, la adoración al Santísimo, la oración, etc. Ellos, si así lo desean, pueden acercarse a los sacerdotes y solicitar un acompañamiento espiritual que les ayude a vivir en plenitud su fe y tratando de ser lo más congruente posible a lo instituido por Dios.

Si tú estás en esta situación, no tengas miedo de acercarte, Dios sigue amándote completamente y deseas que tanto tú como tu nueva pareja, vivan este amor en su totalidad.



Espero esta información te haya servido. Déjanos en los comentarios cualquier opinión que tengas al respecto o si tienes alguna duda que no hayamos respondido hasta el momento.

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Bendiciones💖🙏

viernes, 28 de agosto de 2020

¿Qué es el matrimonio? (parte 1)

¿qué es el matrimonio? ¿Por qué es importante casarse? sacramento del matrimonio


¿Qué es el matrimonio? ¿Qué implica? ¿Por qué es tan importante? ¿Es un invento del hombre para hacer sumisas a las mujeres? Estas y muchas preguntas he escuchado a lo largo de los años y de acuerdo a lo que he escuchado, pareciera que el casarse ahora es algo malo y se ha convertido en la imagen del desastre. Actualmente, muchas parejas y personas consideran el casarse como una aberración y que ha sido un error el que exista.

Esto me sorprende mucho, ya que el matrimonio es un don (¡Sí, un don!) maravilloso. 

Entonces pensé, quizá la idea actual del matrimonio es tan negativa porque no sabemos lo que es realmente el matrimonio ni lo que implica.


Por ello, he decidido explicar sobre el sacramento del matrimonio desde la perspectiva católica. Lo que deseo con esta publicación de dos partes es aclarar lo mejor posible lo que implica el casarse en la religión católica y el por qué para nosotros es un regalo tan bello e importante que Dios nos ha dado.


El sacramento del Matrimonio


Así como lo dice el título anterior, el matrimonio es un sacramento. 

Ahora, ¿qué implica ese estatus de sacramento? Como ya hemos explicado con anterioridad en una publicación anterior (enlace aquí), un sacramento es un signo sensible que Dios nos dejó a nosotros los humanos para poder ser similares a Él y ayudarnos a acrecentar nuestra fe.

¿Cómo somos similares a Dios a través del Matrimonio? Bueno, Dios es el amor mismo, un amor de entrega total, libre y sin condiciones. Una pareja, hombre y mujer, deben amarse en similar manera a como Dios nos ama a nosotros, es decir, plenamente y en total libertad. Al amar a una persona como Dios lo ama, nos ayuda a crecer como seres humanos y a trabajar en nuestra naturaleza como Hijos de Dios. Amar plenamente significa siempre “mirar y amar al otro así como Dios lo ve”.

Amar plenamente nos hace comprender mejor el amor de Dios y nos invita a compartirlo y hacerlo fecundo. De tal forma que, el imitar a Dios ayuda a conocerlo más a profundidad y crecer en nuestra fe y, al mismo tiempo, al confiar en Dios y dejarnos guiar por Él ayuda a no desfallecer en el camino de entrega total; porque amar de verdad es hermoso, mas no fácil.


¿El matrimonio me hace sumisa como mujer?


La respuesta es NO. 

A lo largo de los años la cultura nos ha “enseñado” que la mujer sólo debe vivir para casarse y servir a su esposo y futuros hijos. ¡Qué lejos está esa visión de lo que realmente es el sacramento del matrimonio!

“Dios ha hecho al hombre y a la mujer el uno para el otro para que ‘ya no sean dos, sino una sola carne’ (Mt 19,6)” (Youcat, 2011).


Como ya hemos comentado, el matrimonio debe darse en una pareja que se ama en plenitud, eso implica el respeto a la integridad y dignidad de la pareja, por lo tanto, el hombre al casarse no se vuelve dueño de la mujer, solamente se convierte en compañero de vida y ella debe tomar decisiones sobre los dos en el mismo nivel que el hombre lo hace.

Ser una sola carne significa que ambos son uno mismo, un mismo equipo, una misma familia. Ambos tienen el mismo valor ante Dios tanto individualmente como dentro del matrimonio formado. La visión de Dios sobre el matrimonio no es de un amo y un sirviente, sino de dos iguales que en plena libertad desean estar juntos para siempre y piden su bendición para ayudarlos a que ese amor se fortalezca.


El matrimonio debe darse en plena libertad, sin coacciones ni obligaciones, tanto en el momento de la celebración del sacramento, como para la vida posterior. Si alguno de los cónyuges no es realmente libre o no actúa en verdadera libertad el matrimonio no es válido.


Así que si eres mujer y tu pareja te dice que cuando se casen debes abandonar tus sueños y metas, ¡cuidado! Ese ambiente no es de amor en plenitud y no estas obligada a casarte con esa persona. Ese pensamiento no es el correcto para un matrimonio de verdad y pleno bajo los ojos de Dios.


El matrimonio es Indisoluble


Muchas personas en la actualidad imaginan el matrimonio como una bonita (y costosa) fiesta con luces, vestidos, adornos, buena comida, entre otras cosas. Sin embargo, el matrimonio no es una fiesta, es un compromiso para toda la vida.

El concepto de indisolubilidad se ha desvirtuado muchísimo con el pasar de los años, ahora los medios venden la idea de que “si no funciona, pues que se separen”, en lugar de “si no está funcionando descubramos qué daña la relación y tratemos de solucionarlo”.

(Ojo, esto es un generalismo, cada pareja es una situación particular y las razones que los lleven a una separación es algo muy personal y no encaja con el estereotipo que se presenta comúnmente).

Sin embargo, cualquiera que planee casarse debe ser con la idea de que es para siempre la unión sin opciones a la disolución. Por eso la Iglesia hace mucho énfasis en conocerse muy bien durante el noviazgo, ya que el matrimonio es un paso muy grande y que asume muchos retos que la pareja debe estar determinada a enfrentar y superar. El casamiento solo debe surgir de parejas que se aman plenamente, como ya se comentó anteriormente. 


Ahora, ¿por qué es indisoluble? Esto es por tres razones:

  1. La esencia del matrimonio es entregarse mutuamente sin reservas.
    Esto quiere decir que yo me entrego en totalidad a mi cónyuge y él se entrega en totalidad a mí. Ya no somos dos, sino que nos convertimos en uno. Esto qué quiere decir, bueno, que ahora la vida de los dos no pueden ser individualistas, sino en conjunto. Ambos ahora son un equipo que deben compartir todo: prosperidad y adversidad, salud y enfermedad, fidelidad y amor.
    Entregarse mutuamente significa unirse para trabajar juntos hacia un mismo fin y enfrentar todo lo que venga, bueno o malo, fácil o difícil. Es ser libremente tú mismo con esa persona y compartir todo lo que tengas con ella: sueños, metas, planes, enfermedades, dificultades, problemas, etc.
    Sin reservas, significa que nada debe impedirte estar y amar a tu pareja. Esa libertad no es solamente física, sino también debe ser una libertad de espíritu y de corazón, es decir, que si por ejemplo tienes alguna adicción (sustancia, alcohol, juego, sexo, etc.), no eres alguien completamente libre, porque dependes de algo ajeno a ti, eso a lo que eres adicto controla todo en tu vida y por lo mismo no puedes entregarse a alguien más. Físicamente no estás encadenado, pero sí vives aprisionado en tu corazón y tu mente.

    Ojo, una entrega total no significa co-depender de la pareja, si sientes que no eres nada sin tu pareja o que no eres feliz más allá de esa persona, ten cuidado porque eso puede ser muy contraproducente. De igual manera, si tienes a tu pareja pero no la amas completamente, le ocultas parte de tu vida, no la tienes incluida en tus planes a futuro, te da vergüenza que te vean con ella o simplemente consideras que no podrías estar toda tu vida junto a esa persona, entonces no la amas en plenitud y es mejor no considerar el matrimonio.

  2. Es una imagen de la fidelidad incondicional de Dios a su Iglesia.
    Como se mencionó en publicaciones anteriores, los sacramentos nos hacen ser similares a Dios. El jurar fidelidad indisoluble a nuestro cónyuge, nos hace adoptar y ser semejantes a la fidelidad de Dios hacia nosotros. La fidelidad de Dios trasciende los fallos que hemos cometido y cumple todo aquello que nos promete.
    La fidelidad a nuestro conyuge debe ser igual o lo más similar posible que nuestro amor humano nos permita; es por eso que los votos matrimoniales de la Iglesia profesan:
    “Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad…”

    Es decir, nosotros le prometemos a nuestra pareja estar siempre a su lado sin importar las circunstancias, y nuestro amor debe ser igualmente fiel y exclusivo para nuestro cónyuge. No hay razón válida para serle infiel a nuestra pareja, porque queremos imitar la fidelidad de Dios hacia nosotros.
    “La fidelidad absoluta en el matrimonio no es tanto un testimonio del logro humano como de la fidelidad de Dios, que siempre está presente, aún cuando a todas luces le traicionamos y le olvidamos.” (Youcat, 2011)

  3. Representa la entrega de Cristo a su Iglesia.
    Cristo ama tanto a su Iglesia que dio su propia vida para salvarnos. El amor de un matrimonio debe ser semejante al de Cristo por su Iglesia, es decir, ambos cónyuges deben amarse, servirse y cuidarse mutuamente y a la familia que formen. Dar su vida por ellos.
    Dar la vida por los demás no es literalmente morir, sino entregar todo de nosotros por el bien del otro. Que las decisiones que tomemos sean pensando en el bien de ellos y lo que los hará felices, no solamente para nuestro beneficio personal.

En pocas palabras, la indisolubilidad del matrimonio viene de ser una imitación del amor de Dios, el cual es completamente fiel e indisoluble.

“Casarse por la Iglesia quiere decir confiar más en la ayuda de Dios que en la propia provisión de amor” (Youcat, 2011).


¿Cómo se lleva a cabo el sacramento del matrimonio?


A diferencia de lo que muchos conocen, el matrimonio no es dado por el sacerdote a los cónyuges, sino que se lo confieren el hombre y la mujer recíprocamente. Es decir, que el sacramento se realiza entre los cónyuges durante una celebración pública, en el momento en que ambos profesan sus votos matrimoniales. El sacerdote o diácono invocan la bendición de Dios sobre la pareja y es el testigo de que el matrimonio se celebra en las condiciones adecuadas:

  1. El consentimiento expresado en libertad. Ninguno de los conyuges debe casarse por coacción u obligación.

  2. La aceptación de una unión exclusiva para toda la vida. Promesa de fidelidad absoluta.

  3. Apertura a los hijos. Ser una pareja abierta a la fecundidad física y espiritual.


Conclusión


El matrimonio es un sacramento que Dios nos regala para enseñarnos a amar en plenitud y desbordantemente, y así asemejarnos más a Él. Es una promesa que los conyuges se hacen uno al otro ante Dios y ante la Iglesia; es una promesa que busca que las parejas crezcan juntas en amor y plenitud, abiertas al diálogo, al respeto y a la fidelidad absoluta. Esta promesa solamente puede hacerse una vez y a una sola persona, hasta que la muerte de alguno de los conyuges los separe. Por eso es muy importante decidir bien y con los pies en la tierra con quién deseas unirte en matrimonio ya que el casarse no es el final, sino más bien el inicio de un camino para toda la vida.


En la segunda parte hablaremos más a fondo sobre las diversas situaciones que pueden presentarse para vivir el matrimonio y la situación de las parejas separadas, desde la perspectiva de la Iglesia.


Espero que esta información te haya ayudado a aclarar tus dudas.

Déjanos en los comentarios cuál es tu opinión sobre el matrimonio o si hay algún punto que creas que nos hizo falta comentar.

De igual manera, si tienes alguna duda dejala en los comentarios o mandala a nuestro twitter @AskMaranathaBlog.

Bendiciones.


sábado, 22 de agosto de 2020

¿Cómo coordinar un grupo apostólico durante la pandemia?

Como coordinar un grupo apostólico

Coordinar un grupo apostólico siempre implica un gran reto, pero el día de hoy exige un esfuerzo mucho mayor que antes pues ¿cómo poder hacer apstolado sin salir de nuestras casas?

Yo personalmente me he enfrentado a este reto y si bien no ha sido fácil ha sido muy reconfortante y me ha ayudado a crecer como persona y como cristiano. Por eso, a continuación te dejo unos consejos que, basados en lo que me ha funcionado, podrán ayudarte a cumplir esta labor tan retadora pero igualmente bella que Dios te pide cumplir.


  1. Lo primero y más importante, nunca olvidar el motivo principal por el cual se realiza la labor y ese es Dios.
    Si nuestro trabajo no está dirigido a contruir el Reino de Dios en la tierra, será mucho más fácil el perdernos en el camino, por eso siempre hay que recordar a los integrantes y al equipo coordinador la razón de porqué dijeron sí desde un principio.

  2. Del consejo anterior surge este, trabaja en la espiritualidad del grupo entero. “Familia que ora unida, permanece unida”.
    Esto puedes lograrlo a través de diversas actividades como rosarios virtuales (por video llamada o transmisión en vivo). Acordar ver una misa virtual al mismo tiempo así como una Hora Santa, incluso se puede organizar una Hora Santa si cuentas con el apoyo de algún ministro o sacerdote.
    De igual manera, asignar roles para oraciones semanales, por ejemplo: asignar a un integrante a recordar el rezo del Ángelus en un día específico. Esto podría implementarse en grupos de chat como WhatsApp, para sacarle mucho más provecho a esas herramientas.

  3. Promueve el conocimiento y la convivencia aunque sea de manera virtual, esto puede ser por medio de sesiones para platicar sobre algún libro, encíclica o exortación apostólica; discutir sobre alguna película que promueva valores morales y/o cristianos; sesiones para responder dudas con apoyo de algún asesor o guía espiritual; entre otras opciones.

  4. Trabaja en la unidad del grupo. Siempre estar atentos a su estado de ánimo o su situación particular. Tómate un tiempo para platicar con cada uno de los integrantes, si no te es totalmente posible, puedes dividir el trabajo entre todos y hacer labor de “centinela”. Procurar conocer cómo están afrontando la situación cada uno de nuestros integrantes y hacerlos sentir escuchados y apoyados.
    Algo muy provechoso es darles la oportunidad de hacer peticiones sobre algún problema en específico y que todos los integrantes del grupo apoyen a través de oraciones y si es posible con ayuda física como despensa o apoyo en algo (de ser necesario).
    Lo más importante es que no se sientan solos, sino que tienen una comunidad que está a su lado para ayudarles.

  5. Haz oración por tus coordinados. En este punto me gustaría compartir un pensamiento que leí por algún lado y que cobra mucho sentido en esta etapa:
    “Si tú como coordinador de un grupo de Iglesia no desgastas tus rodillas en el sagrario pidiendo por la vida espiritual y la conversión constante de cada una de las personas que se te han confiado…no sé qué haces coordinando un grupo”.
    Probablemente te parezca que el mensaje anterior es muy agresivo y directo, pero ello no significa que no sea real. Coordinar un grupo apostólico es de mucho quehacer y de cierto grado de estrés; por esto, con mayor razón, será necesaria tu oración constante por cada uno de los que estarán a tu cargo.

  6. Siempre planea algo para hacer. Por la situación actual es muy difícil planear una actividad que sea para salir de nuestros hogares, pero hacer apostolado incia desde nuestro primer círculo, nuestra familia. Indistintamente el tipo de labor o carisma que tenga tu grupo, trata de adaptar esa labor en casa. Por ejemplo, si el carisma de tu grupo es ayudar a las personas sin hogar o pobres, ahora pueden enfocarse a los que son pobres de espiritualidad o cuyo corazón debe ser más misericordioso a través de mensajes, retos virtuales, acciones concretas en el hogar que se puedan compartir, etc.

  7. Por último, hazles sentir confianza y seguridad de que pronto todo mejorará, porque Dios no pone pruebas que no podamos sobrellevar. Transmíteles y creelo tú también que Dios sabrá cuándo poner fin a esta realidad y nos moldeará para ser mejores.
    Deposita toda tu confianza en Dios y trata de que tus coordinados también lo logren. De la mano de Dios todo es posible, por eso mismo es que te has aventurado a coordinar un grupo apostólico.


Espero estos consejos te ayuden. Si se te ocurre alguno que podría ayudar a los demás que lean este Blog siéntete libre de expresarlo en los comentarios.

De igual manera, si tienes alguna duda con respecto a la Iglesia y/o la religión que aún no hallamos respondído haznosla saber en los comentarios o através de nuestro twitter @AskMaranathaBlog.


Que Dios te siga dando fuerza.

🙏Bendiciones.💖⛪


lunes, 17 de agosto de 2020

¿QUÉ ES UN SACRAMENTO?

Explicacion de que son los sacramentos y su importancia en la Iglesia


Si te has hecho esta pregunta, seguramente has escuchado la palabra Sacramento en algún momento.

Los sacramentos son siete: bautismo, confirmación, Eucaristía, confesión (reconciliación o penitencia),

unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio, pero ¿qué son?

Los sacramentos son signos sensibles, instituidos por Cristo y administrados por la Iglesia.

Esto quiere decir que son acciones específicas para cada momento de la vida de un cristiano que le permiten

asemejarse más a Cristo, santificar su vida, confirmar y aumentar su fe, permitiéndole así poder llegar a ser

hijo de Dios en libertad y esplendor.


Instituidos por Cristo, significa que fue Jesús mismo quien nos pidió realizar estos signos a lo largo de su

vida humana, por ejemplo en la cita Mt 28, 19 dice: “Haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos

en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, esta cita hace referencia al sacramento del Bautismo.

Cristo nos los dejó porque conoce la debilidad del hombre (del ser humano) y sabe que necesitamos de Él,

necesitamos poder acceder a Dios con todos los sentidos, no solo con el intelecto. Por eso Dios mismo se

nos da a través de signos sensibles y visibles: Los sacramentos.


Administrados por la Iglesa. Esto significa que la misma Iglesia es la que los dispersa, los protege y los vive.

Los sacramentos existen para la Iglesia y por la Iglesia. Entendiendo a la Iglesia como toda la comunidad

cristiana que profesa su fe en Cristo Jesús (no como el templo).

Los sacramentos no pueden obtenerse fuera de la Iglesia, porque Cristo así lo quizo.

Él sabe que de forma si queremos vivir nuestra fe de manera individual y asilada, ésta se hace más pesada,

por eso nos pide buscar la comunidad y vivir con ello.  Por eso, los sacramentos se obtienen y se comparten

desde la comunidad de Cristo: La Iglesia.

Jesús les confía estos signos a sus Apóstoles, no para que los guarden solo para ellos sino para que los

compartan con el resto del mundo y los protejan de un uso abusivo; es decir, que solo los que acepten a

Dios y quieran recibirlos los obtengan. Los sacramentos no deben ser impuestos a la fuerza, quien los reciba

debe desearlo, porque Dios no obliga a nadie a creer en Él. 


Un sacramento solo puede tener efecto cuando se entiende y se acoge en la fe.

Los sacramentos no solo suponen la fe, sino que también la fortalecen

y la expresan. (Youcat, 2011).


Los sacramentos, como mencionamos anteriormente, existen para cada momento de la vida de un Cristiano,

por ello se dividen en tres grandes grupos:


  • SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

Bautismo, Confirmación y Eucaristía (1° comunión)


Estos sacramentos son los que permiten poner los fundamentos de toda vida cristiana.

Lo primero para poder vivir la fe es aceptarse y reconocerse como “hijo de Dios”, título que obtenemos mediante

nuestro bautismo, por eso es el primer sacramento a recibir cuando se inicia en la fe cristiana. El mismo Cristo

se bautizó antes de iniciar su vida pública (Mt 3, 13-17).

Después del Bautismo, los fieles se fortalecen mediante la Confirmación y posteriormente son alimentados en

la Eucaristía. El sacramento de la Eucaristía se recibe por primera vez en la “1° comunión”, y puede ser recibido

cada vez que nosotros lo necesitemos o deseemos en la Misa, las Horas Santas o a través de la “comunión espiritual”.

Estos tres sacramentos crean las bases de la fe y la alimentan para que esta (la fe) crezca y madure para poder

recibir los demás sacramentos.


  • SACRAMENTOS DE CURACIÓN 

Reconciliación y Unción de los enfermos


Jesús, médico nuestro, no solo perdonó los pecados de quien se lo solicitaba sino también les devolvía la salud

del cuerpo, como en el caso del joven paralítico (Mc 2, 1-12). Así también, Él quiere que su Iglesia continúe

con su obra de curación y salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los sacramentos

de curación: Reconciliación (también llamado confesión o penitencia) y Unción de los enfermos.

Algo importante a recalcar es que Dios nos conoce mejor que nadie y sabe que llevamos nuestras vidas en

“vasos de barro”, es decir, que somos criaturas frágiles que podemos fallarle en cualquier momento, por eso nos

regala el sacramento de la “Reconciliación” para poder volver a sus brazos y pedirle perdón por nuestros fallos.

Nos otorga la bendición de poder librarnos del pecado para retomar nuestro caminar como sus hijos y esforzarnos

nuevamente a llevar una vida según su luz. Un camino a la “santidad”.


  • SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Orden sacerdotal, Matrimonio



Estos dos sacramentos están ordenados a la salvación del los demás. Confieren a una misión particular en la

Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios. [...] Los que reciben el sacramento del Orden son consagrados

para “en nombre de Cristo ser los pastores de la Iglesia con palabra y con la gracia de Dios”. Por su parte,

“los cónyuges cristianos, son fortalecidos y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado por este

sacramento especial”. (Catecismo de la Iglesia Católica No. 1534-1535).

Estos sacramentos están encaminados a la vocación específica del cristiano, es decir, el cómo Dios le pide servir

a los demás en su camino único y personal. Todos somos únicos e irreemplazables para Dios; el camino de la vocación

es tan importante que tiene estatus de sacramento. Estos sacramentos reflejan un estado de maduración de la fe

muy amplio, cuando son vividos en plenitud.



Espero te haya servido esta información. Si tienes alguna pregunta que te gustaría que se resuelva,

no dudes en enviarla a nuestra cuenta de Twitter @AskMaranathaBlog.

Bendiciones.🙏💖


Homosexualidad en la Iglesia Católica. ¿Dios odia a los gays?

  Esta es una pregunta muy fuerte y profunda, por lo que no queremos responder únicamente con un sí o un no. Por lo tanto, iremos dando argu...