¿Qué es el matrimonio? ¿Qué implica? ¿Por qué es tan importante? ¿Es un invento del hombre para hacer sumisas a las mujeres? Estas y muchas preguntas he escuchado a lo largo de los años y de acuerdo a lo que he escuchado, pareciera que el casarse ahora es algo malo y se ha convertido en la imagen del desastre. Actualmente, muchas parejas y personas consideran el casarse como una aberración y que ha sido un error el que exista.
Esto me sorprende mucho, ya que el matrimonio es un don (¡Sí, un don!) maravilloso.
Entonces pensé, quizá la idea actual del matrimonio es tan negativa porque no sabemos lo que es realmente el matrimonio ni lo que implica.
Por ello, he decidido explicar sobre el sacramento del matrimonio desde la perspectiva católica. Lo que deseo con esta publicación de dos partes es aclarar lo mejor posible lo que implica el casarse en la religión católica y el por qué para nosotros es un regalo tan bello e importante que Dios nos ha dado.
El sacramento del Matrimonio
Así como lo dice el título anterior, el matrimonio es un sacramento.
Ahora, ¿qué implica ese estatus de sacramento? Como ya hemos explicado con anterioridad en una publicación anterior (enlace aquí), un sacramento es un signo sensible que Dios nos dejó a nosotros los humanos para poder ser similares a Él y ayudarnos a acrecentar nuestra fe.
¿Cómo somos similares a Dios a través del Matrimonio? Bueno, Dios es el amor mismo, un amor de entrega total, libre y sin condiciones. Una pareja, hombre y mujer, deben amarse en similar manera a como Dios nos ama a nosotros, es decir, plenamente y en total libertad. Al amar a una persona como Dios lo ama, nos ayuda a crecer como seres humanos y a trabajar en nuestra naturaleza como Hijos de Dios. Amar plenamente significa siempre “mirar y amar al otro así como Dios lo ve”.
Amar plenamente nos hace comprender mejor el amor de Dios y nos invita a compartirlo y hacerlo fecundo. De tal forma que, el imitar a Dios ayuda a conocerlo más a profundidad y crecer en nuestra fe y, al mismo tiempo, al confiar en Dios y dejarnos guiar por Él ayuda a no desfallecer en el camino de entrega total; porque amar de verdad es hermoso, mas no fácil.
¿El matrimonio me hace sumisa como mujer?
La respuesta es NO.
A lo largo de los años la cultura nos ha “enseñado” que la mujer sólo debe vivir para casarse y servir a su esposo y futuros hijos. ¡Qué lejos está esa visión de lo que realmente es el sacramento del matrimonio!
“Dios ha hecho al hombre y a la mujer el uno para el otro para que ‘ya no sean dos, sino una sola carne’ (Mt 19,6)” (Youcat, 2011).
Como ya hemos comentado, el matrimonio debe darse en una pareja que se ama en plenitud, eso implica el respeto a la integridad y dignidad de la pareja, por lo tanto, el hombre al casarse no se vuelve dueño de la mujer, solamente se convierte en compañero de vida y ella debe tomar decisiones sobre los dos en el mismo nivel que el hombre lo hace.
Ser una sola carne significa que ambos son uno mismo, un mismo equipo, una misma familia. Ambos tienen el mismo valor ante Dios tanto individualmente como dentro del matrimonio formado. La visión de Dios sobre el matrimonio no es de un amo y un sirviente, sino de dos iguales que en plena libertad desean estar juntos para siempre y piden su bendición para ayudarlos a que ese amor se fortalezca.
El matrimonio debe darse en plena libertad, sin coacciones ni obligaciones, tanto en el momento de la celebración del sacramento, como para la vida posterior. Si alguno de los cónyuges no es realmente libre o no actúa en verdadera libertad el matrimonio no es válido.
Así que si eres mujer y tu pareja te dice que cuando se casen debes abandonar tus sueños y metas, ¡cuidado! Ese ambiente no es de amor en plenitud y no estas obligada a casarte con esa persona. Ese pensamiento no es el correcto para un matrimonio de verdad y pleno bajo los ojos de Dios.
El matrimonio es Indisoluble
Muchas personas en la actualidad imaginan el matrimonio como una bonita (y costosa) fiesta con luces, vestidos, adornos, buena comida, entre otras cosas. Sin embargo, el matrimonio no es una fiesta, es un compromiso para toda la vida.
El concepto de indisolubilidad se ha desvirtuado muchísimo con el pasar de los años, ahora los medios venden la idea de que “si no funciona, pues que se separen”, en lugar de “si no está funcionando descubramos qué daña la relación y tratemos de solucionarlo”.
(Ojo, esto es un generalismo, cada pareja es una situación particular y las razones que los lleven a una separación es algo muy personal y no encaja con el estereotipo que se presenta comúnmente).
Sin embargo, cualquiera que planee casarse debe ser con la idea de que es para siempre la unión sin opciones a la disolución. Por eso la Iglesia hace mucho énfasis en conocerse muy bien durante el noviazgo, ya que el matrimonio es un paso muy grande y que asume muchos retos que la pareja debe estar determinada a enfrentar y superar. El casamiento solo debe surgir de parejas que se aman plenamente, como ya se comentó anteriormente.
Ahora, ¿por qué es indisoluble? Esto es por tres razones:
La esencia del matrimonio es entregarse mutuamente sin reservas.
Esto quiere decir que yo me entrego en totalidad a mi cónyuge y él se entrega en totalidad a mí. Ya no somos dos, sino que nos convertimos en uno. Esto qué quiere decir, bueno, que ahora la vida de los dos no pueden ser individualistas, sino en conjunto. Ambos ahora son un equipo que deben compartir todo: prosperidad y adversidad, salud y enfermedad, fidelidad y amor.
Entregarse mutuamente significa unirse para trabajar juntos hacia un mismo fin y enfrentar todo lo que venga, bueno o malo, fácil o difícil. Es ser libremente tú mismo con esa persona y compartir todo lo que tengas con ella: sueños, metas, planes, enfermedades, dificultades, problemas, etc.
Sin reservas, significa que nada debe impedirte estar y amar a tu pareja. Esa libertad no es solamente física, sino también debe ser una libertad de espíritu y de corazón, es decir, que si por ejemplo tienes alguna adicción (sustancia, alcohol, juego, sexo, etc.), no eres alguien completamente libre, porque dependes de algo ajeno a ti, eso a lo que eres adicto controla todo en tu vida y por lo mismo no puedes entregarse a alguien más. Físicamente no estás encadenado, pero sí vives aprisionado en tu corazón y tu mente.
Ojo, una entrega total no significa co-depender de la pareja, si sientes que no eres nada sin tu pareja o que no eres feliz más allá de esa persona, ten cuidado porque eso puede ser muy contraproducente. De igual manera, si tienes a tu pareja pero no la amas completamente, le ocultas parte de tu vida, no la tienes incluida en tus planes a futuro, te da vergüenza que te vean con ella o simplemente consideras que no podrías estar toda tu vida junto a esa persona, entonces no la amas en plenitud y es mejor no considerar el matrimonio.Es una imagen de la fidelidad incondicional de Dios a su Iglesia.
Como se mencionó en publicaciones anteriores, los sacramentos nos hacen ser similares a Dios. El jurar fidelidad indisoluble a nuestro cónyuge, nos hace adoptar y ser semejantes a la fidelidad de Dios hacia nosotros. La fidelidad de Dios trasciende los fallos que hemos cometido y cumple todo aquello que nos promete.
La fidelidad a nuestro conyuge debe ser igual o lo más similar posible que nuestro amor humano nos permita; es por eso que los votos matrimoniales de la Iglesia profesan:
“Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad…”
Es decir, nosotros le prometemos a nuestra pareja estar siempre a su lado sin importar las circunstancias, y nuestro amor debe ser igualmente fiel y exclusivo para nuestro cónyuge. No hay razón válida para serle infiel a nuestra pareja, porque queremos imitar la fidelidad de Dios hacia nosotros.
“La fidelidad absoluta en el matrimonio no es tanto un testimonio del logro humano como de la fidelidad de Dios, que siempre está presente, aún cuando a todas luces le traicionamos y le olvidamos.” (Youcat, 2011)Representa la entrega de Cristo a su Iglesia.
Cristo ama tanto a su Iglesia que dio su propia vida para salvarnos. El amor de un matrimonio debe ser semejante al de Cristo por su Iglesia, es decir, ambos cónyuges deben amarse, servirse y cuidarse mutuamente y a la familia que formen. Dar su vida por ellos.
Dar la vida por los demás no es literalmente morir, sino entregar todo de nosotros por el bien del otro. Que las decisiones que tomemos sean pensando en el bien de ellos y lo que los hará felices, no solamente para nuestro beneficio personal.
En pocas palabras, la indisolubilidad del matrimonio viene de ser una imitación del amor de Dios, el cual es completamente fiel e indisoluble.
“Casarse por la Iglesia quiere decir confiar más en la ayuda de Dios que en la propia provisión de amor” (Youcat, 2011).
¿Cómo se lleva a cabo el sacramento del matrimonio?
A diferencia de lo que muchos conocen, el matrimonio no es dado por el sacerdote a los cónyuges, sino que se lo confieren el hombre y la mujer recíprocamente. Es decir, que el sacramento se realiza entre los cónyuges durante una celebración pública, en el momento en que ambos profesan sus votos matrimoniales. El sacerdote o diácono invocan la bendición de Dios sobre la pareja y es el testigo de que el matrimonio se celebra en las condiciones adecuadas:
El consentimiento expresado en libertad. Ninguno de los conyuges debe casarse por coacción u obligación.
La aceptación de una unión exclusiva para toda la vida. Promesa de fidelidad absoluta.
Apertura a los hijos. Ser una pareja abierta a la fecundidad física y espiritual.
Conclusión
El matrimonio es un sacramento que Dios nos regala para enseñarnos a amar en plenitud y desbordantemente, y así asemejarnos más a Él. Es una promesa que los conyuges se hacen uno al otro ante Dios y ante la Iglesia; es una promesa que busca que las parejas crezcan juntas en amor y plenitud, abiertas al diálogo, al respeto y a la fidelidad absoluta. Esta promesa solamente puede hacerse una vez y a una sola persona, hasta que la muerte de alguno de los conyuges los separe. Por eso es muy importante decidir bien y con los pies en la tierra con quién deseas unirte en matrimonio ya que el casarse no es el final, sino más bien el inicio de un camino para toda la vida.
En la segunda parte hablaremos más a fondo sobre las diversas situaciones que pueden presentarse para vivir el matrimonio y la situación de las parejas separadas, desde la perspectiva de la Iglesia.
Espero que esta información te haya ayudado a aclarar tus dudas.
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Bendiciones.
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